martes, 4 de agosto de 2015

¿Cómo sera el futuro de Chile?: Algunas opiniones circulantes_ por Luis Lira

En el año 2011 la Revista Capital convoco a un grupo de expertos para conocer el futuro de Chile en el 2030. La nota periodística se preguntaba: ¿Cómo será el futuro? ¿Qué intereses moveran a los chilenos? ¿Habremos envejecido como población? ¿Seremos una comunidad más heterogénea? 

Como sabemos, una predicción es una declaración no probabilística con un nivel de confianza absoluta acerca del futuro, basado en datos contundentes. Y como se sabe también, los estudiosos del futuro evitan utilizar este término ya que hoy en día los eventos de baja probabilidad de ocurrencia y alto impacto, conocidos como cisnes negros o wild cards, son cada día mas frecuentes. Las predicciones de la consulta son plausibles salvo aquella que señala:  “Entre las grandes ciudades de Chile, sólo Valparaíso verá una disminución de su población en las próximas dos décadas, desde los 250 mil habitantes que tiene actualmente, hasta 238 mil en 2030.”[1]

Recientemente el Diario La Tercera, con motivo de sus 65 años de existencia, invitó a autoridades, expertos, académicos y jóvenes a mirar a Chile de aquí al año 2080 en temas tan diversos como desarrollo, población, recursos naturales, riegos, energía, educación, agua, ciudades e infraestructura. La única regla de este ejercicio puesta a cada experto y entrevistado para esta edición especial fue mirar hacia el futuro sin límites, pero partiendo de la base de cómo está el país actualmente.[2]

Los entrevistados imaginan un país con mayores o menores similitudes con el país actual en varios de estos temas. Se destacan los pronósticos sobre el cambio climático, la población (que alcanzaría una esperanza de vida de 91,4 años), la acidificación de los mares y el cansino paso hacia el desarrollo. En esta última sección Rolf Luders señala que el país seguirá siendo productor de commodities, en oposición a la mirada más proactiva de Patricio Meller que señala que hay que “crear una sociedad del aprendizaje y del conocimiento”, lo que permitiría aumentar la productividad y diversificar las estructura productiva. Meller también apunta a crear un sector de servicios profesionales para los sectores productores de recursos naturales y, posteriormente, exportar ese tipo de servicio. A su vez, Gonzalo Rivas presidente del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC), asegura que si bien el cobre seguirá siendo importante, será necesario desarrollar capacidades tecnológicas asociadas con la explotación de minerales. Si ello no ocurre “vamos a condenar a Chile a reducir su ingreso per cápita más o menos 20% o 25%, como pasó en la época del salitre”.

Si bien los cambios en ciudades e infraestructura avizorados son importantes, no es menos cierto que la estructura espacial se modifica en los largos plazos y tiene una inercia que sólo intervenciones audaces pueden alterar. Los cambios en otros ámbitos serán más radicales y dependerán del contexto mundial . En palabras de Sergio Melnick: “a todo evento, lo que pase en Chile estará totalmente asociado a las grandes tendencias mundiales. Seremos parte de un mundo globalizado, que para ese entonces ya contará con alguna forma real de gobierno global. Estaremos totalmente integrados a éste y operando 7x24, y altamente automatizados. Un mundo en que ya estará en funcionamiento la web 4.0 en conjunto con la IoT (internet de las cosas), y la realidad aumentada, que configuran una nueva mente tecnológica colectiva. Cada individuo estará conectado directamente a internet con una interfase dentro de su cerebro. Habrá cambiado la percepción del universo a un multiuniverso, tendremos otras teorías del tiempo y la materia. Esto generará también grandes cambios en la espiritualidad de la población. Es probable que las religiones actuales tengan poca relevancia entonces, o hayan evolucionado radicalmente a lo que son hoy. Las personas tendrán una expectativa de de vida al nacer de 120 años o más. Habrá cambiado el concepto de la familia, de los países, de la reproducción. La mujer tendrá el control real del poder en la sociedad y en las empresas. La epigenética, la biología sintética y la biotecnología habrán revolucionado la medicina y quizás el concepto mismo del “ser” humano. La nanotecnología habrá revolucionado la economía, que para entonces será más basada en la colaboración que la competencia. Chile, como casi todo el mundo, será probablemente un país sin pobreza material relevante, pero con gran segregación digital (acceso), que será la fuente de la desigualdad. Los cambios en los próximos 65 años serán proporcionales a los cambios que han ocurrido en los últimos 500 años" (el subrayado es mio).

En educacion, Marc Prensky señala que “ Construir nuevas escuelas con salas de clases fijas es como construir embarcaciones con velas -dejó de ser una buena forma de educar, comparado con las alternativas disponibles-. Todavía necesitamos buenos profesores, pero no para enseñar contenidos en las salas de clases.
Los necesitamos para que ayuden a nuestros hijos a aprender cosas que sólo pueden aprender de las personas, por ejemplo, respeto, empatía, motivación y pasión. Necesitamos que guíen a nuestros hijos para que se conviertan en personas buenas, capaces y que mejoren el mundo”.

Buena parte del esfuerzo realizado por los invitados se revela en la aseveracion de Jonathan Barton: “Imaginar el Chile de 2080 plantea el mismo ejercicio que si en 1970 se hubiese intentado proyectar lo que ocurriría en 2015. ¿Qué hubiéramos esperado en 1970? ¿Un Chile sin internet, sin migrantes latinoamericanos, sin las exportaciones de salmón, vino, fruta y celulosa que surgieron después? ¿Sin dictadura?” (el subrayado es mio).

Como gustan decir los prospectivistas no existen estadísticas del futuro, pero hay que intentar anticipar el futuro para aprovechas oportunidades y reducir el impacto negativo de las amenazas. Y obviamente, poseer una visión compartida del desarrollo en el futuro que queremos. Acertádamente señala Rodrigo Valdes: “Algunos creen que el desarrollo pasa por una respuesta breve y aritmética: cierto nivel de ingreso per cápita. No estoy de acuerdo. De hecho, nuestro ingreso per cápita es cercano al de Portugal, que el imaginario de nuestra región considera prácticamente desarrollado. El error es que el ingreso promedio esconde muchas cosas. De hecho, el ingreso por persona de la clase media en Chile está muy lejos de su equivalente en Portugal. La riqueza material es una condición necesaria, pero lejos de ser suficiente. A mi juicio, este no es sólo un desafío de acumulación, sino también de complejidad, tejido social y distribución de oportunidades. El desarrollo incluye tener un país bien organizado. El mismo ejercicio en otros países llevaría a temas de primer orden como una institucionalidad estable, seguridad jurídica, cuentas fiscales en orden, inflación controlada, un sistema financiero sano, integración global. Por cierto, también incluye tener una red de protección social que acompañe a las personas durante su vida, algo que seguimos buscando fortalecer. Habremos dado pasos importantes hacia el desarrollo cuando los servicios de calidad y oportunos no sean sólo para quienes pueden pagarlos. Y en esa senda, también debemos reducir la vergonzosa desigualdad que tenemos, a través de elevar la calidad de la educación, mejorar el funcionamiento de los mercados, impulsar la innovación y la productividad, y potenciar la participación de las mujeres. El desarrollo también debe reflejarse en cosas que no siempre son medibles ni se logran con una ley. Por ejemplo, tener más confianza en los vecinos y en el que va manejando en el auto de al lado. En no tener tantas rejas ni guardias, pero sí barrios en que hay diversidad y se celebra una fiesta comunitaria alguna vez. Nos falta tener menos contaminación y más parques. También que cuando conocemos a alguien, que la conversación no dé cuenta en pocos minutos en qué tipo de colegio estudió. Y que nadie se sorprenda porque una pareja gay se casa y tiene o adopta hijos como cualquier otra familia”[3].




1 comentario:

  1. Si Los gobiernos y empresarios chilenos no atinan ahora por invertir en la industrialización y por el desarrollo tecnológico del país, a Chile volverá a ocurrirle con el cobre lo mismo que ya le ocurrió con el salitre.
    ¡Los países que no aprenden de su historia, la vuelven a revivir!
    Por otra parte, Chile debería hacer con el cobre lo mismo que hacen los países árabes respecto al petroleo: ¡Dedicar un porcentaje de las ganancias al desarrollo de la industria turística! que es siempre un recurso rentable, permanente e inagotable.

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