lunes, 13 de abril de 2015

DESASTRES NATURALES Y PROSPECTIVA, UNA REFLEXIÓN. POR LUIS LIRA

Un país agobiado por la contingencia de los desastres naturales puede concentrar todo su accionar en la atención inmediata de las personas afectadas y, a su vez, esto podría derivar en una reconstrucción que reproduzca la vulnerabilidad si no se planifica con visión prospectiva. Y convengamos que esa es la sensación de la población en los últimos años: que son procesos cíclicos y que no se prevé adecuadamente. Para evitar este escenario a futuro volvamos a lo básico en gestión de riesgos y en prospectiva. La gestión de los riegos tiene etapas y sub-etapas antes del suceso, durante y después de éste en procesos que no son lineales. Lo que interesa en esta reflexión es la capacidad de evaluación de los daños derivados de los desastres naturales para no reconstruir vulnerabilidad y la no linealidad de los procesos. A su vez, la prospectiva señala que el pasado ya ocurrió, que el presente es resultado de acciones pasadas y que por tanto a lo que hay que dedicarse desde hoy es a construir un futuro diferente del meramente tendencial marcado en este caso por eventos cíclicos no lineales y complejos.

EVALUACIÓN SOCIOECONÓMICA DE LOS DESASTRES

Chile está localizado en el denominado Cinturón de Fuego del Pacifico lo que ocasiona una intensa actividad sísmica y volcánica. Su relieve con importantes alturas en la Cordillera de Los Andes y su larga y angosta franja costera, determinan valles que albergan, albergaron o albergarán aguas torrentosas que en su curso provocan inundaciones y aluviones de magnitud variables. Con su extensa y variada configuración geográfica, el país ha sido descrito como un peldaño de los Andes sumergido en el mar o como una loca geografía. Siendo así la geografía del país, sorprende que cada cierto tiempo lamentemos los efectos de desastres de origen natural o antrópico con sus graves secuelas, acompañados de una conocida sensación respecto a que se hace poco para prever y no reconstruir vulnerabilidad.

Como dice CEPAL los desastres tienen un efecto negativo sobre las condiciones de vida de la población, el desempeño económico de los países o regiones en que ocurren, además de que perjudican el acervo y los servicios ambientales. Las secuelas de los desastres se prolongan más allá del corto plazo y, en ocasiones, provocan cambios irreversibles tanto en las estructuras económicas y sociales como en el medio ambiente[1]. Y continua señalando “las acciones para reducir los efectos a largo plazo de los desastres se deben enfocar en dos frentes paralelos. En primer lugar, en previsión de un evento desastroso, la asignación de recursos para la prevención y mitigación del impacto como parte integral de una estrategia de desarrollo económico y social. Hay que considerar tales recursos como una inversión de alto retorno —en términos económicos, sociales y políticos— indispensable para asegurar el crecimiento en el largo plazo. En segundo lugar, una vez ocurrido un desastre, es imprescindible asegurarse de que las inversiones destinadas a la reconstrucción sean empleadas con miras a una reducción de la vulnerabilidad que garantice un desarrollo sostenible”. Por ello, “a fin de evitar esta situación, inmediatamente después de superar la fase de emergencia, se debe practicar una evaluación de los efectos directos e indirectos del evento, así como de sus consecuencias para el bienestar social y el desempeño económico del país o la región afectada. Esta evaluación no debe necesariamente ser precisa en términos de cuantificación, pero sí es exigible que sea lo más completa posible en el sentido de abarcar el conjunto de efectos y su impacto sobre los diferentes sectores económicos y sociales, la infraestructura física y los acervos ambientales. Mediante tales estimaciones será posible determinar el monto necesario para la reconstrucción, tarea urgente ya que los afectados no pueden esperar mucho tiempo en las condiciones que suelen primar después del desastre”.

Con una experiencia de más de 35 años en la evaluación de desastres, CEPAL ha preparado un manual para la evaluación de daños directos e indirectos que el suscrito tuvo la oportunidad de utilizar en una misión que evaluó del daños del desborde del Río Salado en la provincia de Santa Fe, Argentina[2]. "El manual se divide en cinco secciones. La primera se refiere a los aspectos conceptuales y metodológicos generales de las evaluaciones. La segunda sección describe los métodos para la estimación de los daños y las pérdidas en los sectores sociales, y se divide en los capítulos de vivienda y asentamientos humanos, educación y cultura, y salud. La tercera sección se concentra en la infraestructura de servicios, desglosados en acápites de transporte y comunicaciones, energía, agua y saneamiento. La cuarta sección trata sobre los daños y las pérdidas entre sectores productivos y se separa en títulos que abordan los sectores agropecuario y pesquero, industrial, comercial y turístico. La quinta sección se enfoca en los efectos globales, efectos transversales a distintos sectores y efectos macroeconómicos, y se expone en capítulos dedicados a los daños ambientales, el efecto diferencial de los desastres entre las mujeres, el empleo y el ingreso; se presenta una recapitulación de los daños que proporciona un procedimiento para la agregación de los daños directos e indirectos totales y para la medición de los efectos sobre los principales agregados macroeconómicos. La recapitulación es de especial relevancia ya que, al expresar el daño total en comparación con el tamaño de la economía u otras variables generales, permite dimensionar la magnitud del desastre y sus impactos globales. El análisis para medir los efectos del desastre sobre el posible comportamiento de las principales variables o indicadores macroeconómicos se refiere a un período de tiempo futuro que varía entre uno y dos años posteriores al evento, pero que puede ampliarse —dependiendo de la magnitud del daño— hasta cinco años”.

LA NECESIDAD DE LA PROSPECTIVA EN EVALUACIÓN DE DAÑOS 

Asistimos a una época de gran incertidumbre en la que la capacidad de anticipación se torna extremadamente difícil. En el caso de los recientes aluviones no es difícil suponer que la actividad productiva que permitía el asentamiento poblacional en la Región de Atacama y parte de Antofagasta debe ser evaluada en horizontes más largos que la evaluación de daños. Si ello no se realiza se estará quizás en condiciones de no reconstruir vulnerabilidad pero no contribuyendo al desarrollo sustentable de esas regiones. Y el tiempo para estas decisiones es el adecuado. Como dice Medina: “vivimos un momento en el cual se están configurando las principales transformaciones históricas que marcarán los futuros posibles de nuestras sociedades, a un ritmo por lo menos cuatro veces mayor que el que caracterizó a la revolución industrial, con sus consiguientes dificultades de percepción y de acción coherente y consecuente, y sus crecientes costos de oportunidad. Es un tiempo en el que aumenta la complejidad y la indeterminación produciéndose no sólo un aumento de la incertidumbre sino que se entra de lleno en el plano de la ambigüedad"[3]Al respecto, recuérdese que en el futuro cohabitan eventos, tendencias e imágenes acerca de lo que se cree que éste será[4]. Los eventos son hechos que ocurren y que sobrepasan la capacidad de anticipación. En la literatura científica se les conoce como Cisnes Negros[5]. El libro que así los denomina, propone una profunda reflexión sobre gran parte de los supuestos filosófico-matemáticos que actualmente aplicamos a la economía, a la concepción del riesgo y a la gestión de la incertidumbre. Un Cisne Negro es un suceso raro, de gran impacto en nuestras vidas y que sólo podemos predecir retrospectivamente. Muchas de las cosas más importantes que han ocurrido en nuestras vidas son Cisnes Negros, es decir, que no han ocurrido de una forma predecible y programada. Alguna de sus características son: 


a) La lógica de los Cisnes Negros hace que lo que no sabemos sea más importante que aquello que sabemos. Lo que sabemos realmente no nos puede sorprender o hacer daño. A menudo lo normal es irrelevante.
b) Tendemos a sobrestimar el valor de las explicaciones de los datos, a la vez que subestimamos la importancia de la aleatoriedad (que resulta inexplicable utilizando los datos).
c) Estamos poco dotados para enfrentarnos a la incertidumbre y lo altamente improbable. Preferimos la teoría estructurada, ordinaria y comprensible a la realidad desordenada y compleja. Seleccionamos los hechos que encajan bien en nuestra historia y rechazamos lo discontinuo. 
d) La incapacidad para predecir los Cisnes Negros conlleva la incapacidad para predecir el curso de la historia, dada la incidencia y la importancia de estos sucesos en el curso de los acontecimientos.
e) Los Cisnes Negros han ido en aumento a medida que el mundo se ha hecho más complejo y global [6].

A su vez, las tendencias de largo plazo son procesos de cierta estabilidad, algunas con mayor o menor probabilidad de ocurrencia. Ejemplos de las primeras son el envejecimiento de la población, el rol cada vez mas protagónico de la mujer en la sociedad, el agotamiento de los recursos naturales no renovables y la conformación de un mundo multipolar. Ejemplos de tendencias de más difícil estimación son los desastres naturales provocados por la confluencia de cambio climático y la concentración de poblaciones en áreas riesgosas. En casos extremos se confunden con los cisnes negros y también se les estudia como eventos o sucesos raros[7]. En mi opinión este el caso de los recientes aluviones del norte a juzgar por el impacto de los daños y por la escasa capacidad de anticipación.

Por último, los seres humanos, gobiernos, empresas y organizaciones actúan en base a una cierta visión de futuro o imagen de futuro. Siempre es una percepción intuitiva que se puede mejorar. Su exploración sistemática permite reducir incertidumbre, ayuda a definir caminos posibles y contribuye a construir un futuro más cercano al deseable. No existen estadísticas del futuro y por tanto es crucial influir sobre estas imágenes para actuar con visiones de futuro diferentes de los simplemente tendenciales. Hay actores que parecen visualizar el futuro con el espejo retrovisor del automóvil. Y también hay actores que postulan que el futuro está conformado por muchos cortos plazos y que, por tanto, más adelante se requerirá la necesidad de la prospectiva. Sobre estas imágenes erradas hay que influir. En el país existen estudios sobre riesgos, la población está concentrada en un 43% en la Región Metropolitana y en porcentajes importantes en las ciudades cabeceras regionales. Además, el gobierno tiene un catastro de las más de 36.000 localidades aisladas del país[8]. Existe también una política nacional de desarrollo para localidades aisladas[9] y las regiones tienen políticas regionales al respecto. Asimismo, se conoce la génesis de los desastres naturales. Por último el gobierno tiene preparado un proyecto de ley sobre ordenamiento del territorio que debería apuntar como primera prioridad a estos fenómenos. ¿Qué ha pasado entonces? A juzgar por el impacto de los daños que sobrepasaron la capacidad de prevención y mitigación del invierno andino y por la difícil anticipación estamos en presencia de un cisne negro.

En este contexto, a partir de una evaluación de daños como la antes mencionada, la prospectiva puede aportar a visualizar escenarios tendenciales, optimistas y pesimistas para alertar sobre oportunidades y amenazas que deben ser enfrentadas. Y esto es especialmente importante en el ámbito de la actividad productiva y de los asentamientos poblacionales. Con esto se debe dar inicio a la creación de un Observatorio de Desastres Naturales, un centro de información y áreas de monitoreo bajo la supervisión de científicos y académicos en estrecha relación con la función pública, con la política y con la ciudadanía.




[1] CEPAL. "Manual para la evaluación del impacto socioeconómico y ambiental de los Desastres" http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/2781/S2003652_es.pdf?sequence=5
[2] CEPAL 2002. "EVALUACIÓN DEL IMPACTO DE LAS INUNDACIONES Y EL DESBORDAMIENTO DEL RÍO SALADO EN LA PROVINCIA DE SANTA FE, REPÚBLICA DE ARGENTINA". EN 2003
http://www.cepal.org/publicaciones/xml/8/12608/lclbuel185eParte%201.pdf
 [3] Medina, Javier. "Función de pensamiento de largo plazo: acción y redimensionamiento institucional". ILPES. Serie Gestión pública N º 5 junio de 2000, en: http://www.eclac.cl/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/7/4927/P4927.xml&xsl=/ilpes/tpl/p9f.xsl&base=/ilpes/tpl/topbottom.xslt.
[4] Estas ideas son desarrolladas por Baena, Guillermina, "Prospectiva política. Guía  para  su comprensión y práctica". Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Primera Edición. México, D. F. 2004, las que se han modificado en esta reflexión.
[6] Por ejemplo,  aun sabemos poco de los efectos del cambio climático en la mayor presencia de los desastres naturales   http://oohgroup.com/?page_id=511
[7] LA LEY DE LOS EVENTOS RAROS, LEGADO DE SIMEON ´DENIS POISSON
[9] Decreto Nº608: Una Política Nacional de Desarrollo de Localidades Aisladas. http://www.subdere.gov.cl/documentacion/decreto-n%C2%BA-608-una-pol%C3%ADtica-nacional-de-desarrollo-de-localidades-aisladas-6

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