Hacia 1900 el gran hombre de letras José
Enrique Rodó decía a los lectores latinoamericanos: “Hubo en la antigüedad altares para los “dioses ignorados”. Consagrad
una parte de vuestra alma al porvenir desconocido. A medida que las sociedades
avanzan, el pensamiento del porvenir entra por mayor parte como uno de los
factores de su evolución y una de las inspiraciones de sus obras”.
Recogiendo la invitación más que centenaria de este gran uruguayo, avanzaré en
una discusión iniciada en una edición anterior del blog. En ella señalé que el
estudio del futuro está compuesto por eventos, tendencias e imágenes acerca de
lo que se cree que éste será. Los eventos son hechos que ocurren y que sobrepasan
la capacidad de anticipación; en la literatura científica se les conoce como cisnes negros, wild cards o discontinuidades
inesperadas. A su vez, las tendencias de largo plazo son procesos de cierta
estabilidad, algunas con mayor o menor probabilidad de ocurrencia.
¿Pero
qué son las imágenes del futuro?
Los seres humanos, gobiernos, empresas y
organizaciones actúan en base a una cierta visión de futuro. La visión de
futuro es siempre una percepción intuitiva que se puede mejorar a medida que se
tiene mayor y mejor conocimiento. Su exploración sistemática permite reducir
incertidumbre, ayuda a definir caminos posibles y contribuye a construir un
futuro más cercano al deseable. No existen estadísticas del futuro, por lo tanto
es crucial definir imágenes para actuar con visiones de futuro que no
simplemente nos conduzcan a través de los caminos tendenciales. Hay actores que
parecen visualizar el futuro con el espejo retrovisor del automóvil. Y, también,
hay actores que postulan que el futuro no es más que muchos cortos plazos y
que, por tanto, los estudios de futuro aún pueden esperar. Sobre estas imágenes
erradas resulta necesario influir. Sin embargo, aún hay un largo camino por
recorrer para crear conciencia sobre la necesidad de crear imágenes de futuro.
Las imágenes del porvenir pueden ser
construidas, según Casez[1],
a partir de la respuesta a dos preguntas básicas: 1) ¿La civilización moderna
(con sus numerosos atributos, ciencia y técnica, industria, urbanización,
democracia y laicismo, etc.) proseguirá su auge o perderá terreno? y 2) ¿Este auge
(o pérdida de terreno) de la civilización va a la par con algún tipo de
progreso o, por el contrario, habrá una regresión en relación con la situación
actual?
Las combinaciones posibles se presentan en
la siguiente figura:
Fuente: Casez Bernard. Las
reflexiones prospectivas. Un ensayo de tipología
Como se observa en la figura, la
combinación de estos pares de interrogantes da origen a cuatro situaciones-tipo
siguientes:
A.
Más civilización y progreso: inspira dos
formas de reflexión sobre el porvenir: el evolucionismo social y el progreso
dirigido. En el evolucionismo social los cambios observados en la historia son
interpretados como el signo de una
evolución irreversible que conduce por etapas más o menos numerosas hacia un
estado terminal que imprime un progreso decisivo en relación a todo lo que le
ha precedido. Existe, asimismo, una variante voluntarista de este esquema de
civilización + progreso en el cual los movimientos de la historia se
interpretan como el producto de una acción humana deliberada.
B.
Menos civilización y progreso: asocia el
retroceso de la civilización con el retroceso del progreso y, por ello, puede
denominarse retroprogreso.
Corresponde a visiones del futuro que condicionan el advenimiento de un estado
social mejor a un rechazo más o menos radical de la civilización moderna. Se
concibe a partir de una visión política (cambio de modelo y sociedad), una
visión ecologizante (o de la economía de pequeña escala) o formas de oposición
a la globalización, etc.
C. Más civilización y regresión: es en cierta medida la imagen invertida de la tipología precedente de
la cual retoma el mensaje crítico de la modernidad y postula que un aumento en
las formas características de la civilización moderna no pueden engendrar sino
el anti progreso.
D. Menos civilización y
regresión: donde el retroceso de la civilización se
acompaña de una regresión, y es simétrico con la idea rectora del cuadrante A,
es decir, que civilización y progresos van a la par. Esta vez, el provenir es
visto como una decadencia en el sentido más tradicional.
En suma, tenemos aquí una suerte de breve compendio
del imaginario político occidental,
que reagrupa el conjunto de representaciones mentales que incitan a los hombres
a obrar bajo el presupuesto que el mundo es inteligible y que también el futuro
ofrece, desde el presente, imágenes para ser pensado (Casez 1997; 26-28).
¿Dónde
se inscribe usted o la organización que usted representa en lo relacionado con
las imágenes del futuro?
En prospectiva hay autores en cada una de las
tipologías antes presentadas. Pero, en general,
predomina la visión de una acción humana deliberada (progreso dirigido) para construir futuros posibles que sean diferentes de los tendenciales. Esto es especialmente cierto para aquellos prospectivistas que provienen de la planificación. También hay exponentes de la contra-utopía que ante los desencantos de los socialismo utópicos, la crudeza de los socialismos reales y la actual crisis ecológica buscan un espacio de acción en los movimientos sociales vinculados con el ecologismo, el desarrollo económico local y la descentralización, entre otros, aunque a menudo pierden de vista la necesidad de proyectos y políticas nacionales de desarrollo con visión sistémica prospectiva. También están los representantes de un cambio de modelo y de sociedad, como Jeremy Rifkin, quien en sus últimos libros “La Civilización Empática” y “La Sociedad de Coste Marginal Cero” postula muy convincentemente que en 35 años el capitalismo ya no será el modelo dominante. En “La Civilización Empática” explora cómo la conciencia empática reestructura la forma en que organizamos nuestra vida personal, nos acercamos al conocimiento, perseveramos en ciencia y tecnología, dirigimos el comercio, gobernamos y orquestamos nuestra vida civil. El desarrollo de esta conciencia empática es esencial para crear un futuro en que pensemos y nos comportemos de manera que el mundo valga la pena. Y a ello contribuye el hecho económico de que el Internet de las Cosas está llegando a un punto en el que la producción de bienes y servicios está muy cerca del costo marginal cero y ello permitirá una forma diferente de comercio no solo vinculado a la propiedad individual sino a la posesión temporal de ellos. Por ejemplo, el Dr. Ray Kurzweil[2], inventor, científico informático pionero, y el director de ingeniería de Google plantea que para el 2025, las impresoras 3D imprimirán ropa a muy bajo costo y que habrá muchos diseños gratuitos de código abierto, entre otras cosas.
predomina la visión de una acción humana deliberada (progreso dirigido) para construir futuros posibles que sean diferentes de los tendenciales. Esto es especialmente cierto para aquellos prospectivistas que provienen de la planificación. También hay exponentes de la contra-utopía que ante los desencantos de los socialismo utópicos, la crudeza de los socialismos reales y la actual crisis ecológica buscan un espacio de acción en los movimientos sociales vinculados con el ecologismo, el desarrollo económico local y la descentralización, entre otros, aunque a menudo pierden de vista la necesidad de proyectos y políticas nacionales de desarrollo con visión sistémica prospectiva. También están los representantes de un cambio de modelo y de sociedad, como Jeremy Rifkin, quien en sus últimos libros “La Civilización Empática” y “La Sociedad de Coste Marginal Cero” postula muy convincentemente que en 35 años el capitalismo ya no será el modelo dominante. En “La Civilización Empática” explora cómo la conciencia empática reestructura la forma en que organizamos nuestra vida personal, nos acercamos al conocimiento, perseveramos en ciencia y tecnología, dirigimos el comercio, gobernamos y orquestamos nuestra vida civil. El desarrollo de esta conciencia empática es esencial para crear un futuro en que pensemos y nos comportemos de manera que el mundo valga la pena. Y a ello contribuye el hecho económico de que el Internet de las Cosas está llegando a un punto en el que la producción de bienes y servicios está muy cerca del costo marginal cero y ello permitirá una forma diferente de comercio no solo vinculado a la propiedad individual sino a la posesión temporal de ellos. Por ejemplo, el Dr. Ray Kurzweil[2], inventor, científico informático pionero, y el director de ingeniería de Google plantea que para el 2025, las impresoras 3D imprimirán ropa a muy bajo costo y que habrá muchos diseños gratuitos de código abierto, entre otras cosas.
Si bien es evidente que la tipología anterior
es una gran simplificación, estas imágenes siempre están implícita o
explícitamente presentes, sea en prospectiva, en planificación de largo plazo o
simplemente en nuestro actuar cotidiano.
Quiero ejemplificar esta
construcción de imágenes de futuro con una comparación de ejercicios de
creación, o de bosquejo, de imágenes reciente. Por un lado, el Consejo Nacional
para la Innovación y Competitividad, a fines del gobierno pasado, en su
publicación “Surfeando hacia el futuro. Chile en el horizonte 2025” se refiere ampliamente
a la visiones sobre el futuro que derivan de las imágenes de futuro en una
situación concreta[3]. Señala
que “anclados en nuestra preocupación por
la innovación, proponemos distinguir dos estilos con que solemos plantarnos
frente al futuro y que dibujaremos aquí de una forma quizás exagerada con el
sólo fin de hacer notar algunas diferencias relevantes. El primero, marcado por
la certidumbre y la complacencia, y el otro, caracterizado más bien por el
entusiasmo incontenido y gozoso frente al cambio. Si somos parte del primer
estilo, confiamos en que, de seguir creciendo como lo hemos hecho en las
últimas décadas y si hacemos los ajustes que los técnicos nos pueden
recomendar, paulatinamente el país diversificará su matriz productiva entrando
a áreas de mayor elaboración con mayor productividad del trabajo y, por ende,
mayores salarios y progreso. Situados en la experiencia comparada mundial y en
abundantes datos, estadísticas y estudios, podemos pensar que lo único que
podría entorpecer este futuro es que un apuro excesivo haga presa de la
población y del mundo político y que los gobiernos no sepan cómo hacer frente a
la impaciencia. Desde la otra vereda, asumimos que el mundo cambia demasiado y
de forma acelerada y que debemos tratar de seguirle el ritmo a toda costa, tal
como han hecho China y otros países que se mueven a paso veloz, para no
quedarnos atrás. Tomados por este estilo, nos entusiasma la idea de abrazar sin
espera y con decisión las olas de cambios que se producen en el mundo, porque
ellas son las que generan progreso y oportunidades. Podemos sentir que se nos
quedan atrás la familia, la educación (en todos sus niveles), la estructura
productiva, las instituciones y que es necesario atacar todos esos flancos
porque hay que innovar más y más rápidamente”.
Por otra parte, esta descripción cambia con
la visión de futuro contenida en el Programa de Gobierno 2014-2018[4]
de la Presidenta Michelle Bachelet. En este se plantea que “sabemos también que el siglo XXI nos exige
aumentar nuestra productividad y capacidad innovadora. Y ese salto sólo
podremos darlo con el talento y la creatividad de nuestros compatriotas. Pero
hoy no estamos aprovechando nuestros mejores recursos: estamos dejando rezagada
a mucha de nuestra gente y sectores amplios de la población viven bajo
incertidumbre. Este programa compromete a mi futuro gobierno a un gran desafío,
por el alcance y profundidad de los cambios que llevaremos a cabo. Las
transformaciones que realizaremos son el inicio de un proyecto transformador de
largo plazo que apunta a hacer los cambios necesarios al modelo de desarrollo
que ha tenido nuestro país. Y nos compromete a tareas que hoy estamos en
condiciones de llevar a cabo. Por su amplitud, algunas quizás excedan el
horizonte de mi mandato presidencial. Pero nuestro compromiso es avanzar con
paso firme en su concreción. Y por cierto, habrá otras prioridades que surgirán
en el camino y que requerirán nuestra atención”.
Observando estos breves ejemplos, podemos ver
que no está del todo ausente la idea de una “mirada prospectiva” en los
diferentes gobiernos. Ahora bien, la pregunta es cuánto esfuerzo se ha puesto y
se pondrá en elaborar imágenes con mayores y mejores conocimientos. Aún estamos
en la etapa de los bosquejos, debemos pasar ahora a la etapa de creación de
imágenes de futuro propiamente tales, asumiendo su complejidad: partiendo por el
hecho que son móviles y considerando que su elaboración exige gran trabajo si
se pretende que conduzcan un proceso de progreso dirigido. Esto es
especialmente necesario en el marco de transformaciones estructurales donde el gobierno
y la sociedad deben disponer de estudios prospectivos que orienten la discusión
en conversaciones estructuradas. Sólo así podremos hacer honor a la petición de
Rodó quien insistió con pasión: “Sólo somos capaces de progreso en cuanto lo
somos de adaptar nuestros actos a condiciones cada vez más distantes de
nosotros, en el espacio y en el tiempo”.
[1] Casez Bernard. Las reflexiones prospectivas. Un ensayo de tipología págs.
25-36 EN Medina Javier y Edgar Ortegón. Prospectiva: Construcción Social del
Futuro ILPES.CEPAL/Universidad del Valle. ISBN 958-670-117-4 Cargraphics
Impresión Digital 1997 372 págs.
[2]
Véase a siete importantes futuristas que hacen algunas predicciones
sorprendentes sobre lo que traerá la próxima década: http://www.huffingtonpost.com/2015/05/12/futurists-next-10-years_n_7241210.html
[3]
Surfeando hacia el futuro. Chile en el horizonte 2025. Orientaciones
estratégicas para la innovación 2013
[4]
Programa de Gobierno Michelle Bachelet 2014-2018. Chile de Todos. Octubre de
2013 http://michellebachelet.cl/programa
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